Al llegar un nuevo integrante a la familia, le estamos dando la bienvenida a un ser completamente distinto a nosotros que aportará a nuestra vida desde su perspectiva. Al tratar de educarlo debemos respetarlo y guiarlo—aceptando su naturaleza—hacia la modificación de una conducta. Nuestro trabajo aquí es encaminarlo a través del vínculo que construiremos con él a través del juego, buenos tratos y, a su vez, comprendiendo las particularidades de cada mascota, ya que cada uno aprenderá según sus tiempos. No debemos estresarnos o apurarlos, ni cargar de expectativas a nuestra mascota, debemos comprender que son una especie distinta que llega a nuestra vida a complementarla.
La construcción de una buena relación con nuestra mascota empieza desde la preparación de un espacio propicio antes de su llegada, teniendo en cuenta la edad y los requerimientos físicos de cada perro. También es necesario ser responsables y pensar si tenemos el tiempo y la paciencia que se necesitan para traer un nuevo amigo a casa, y además, tener en cuenta que será una relación que durará entre 10-17 años.
Si el perro que llega a nosotros es aún un cachorro, es indispensable tener una estructura definida en su formación. Comenzaremos habituándolo a diferentes estímulos sensoriales para que al crecer sea un perro feliz y sin miedos. La socialización es también parte importante de su formación, tendrá que ser expuesto de forma gradual y controlada a otros perros y personas.
Si por el contrario, decidimos darle la bienvenida a un perro ya adulto, necesitaremos analizar su comportamiento e identificar conductas que nos gustaría cambiar. Sin embargo, es importante tener en cuenta la vida que anteriormente ha llevado y entender el origen de aquellas conductas. No siempre se podrán cambiar totalmente, sino aprender a sobrellevarlas.